colesterol

¡Lee la primera parte de este artículo!

Una campaña de muchos años
La idea de que el colesterol de la dieta representa un riesgo para la salud cardiovascular se remonta al año 1961, cuando la Asociación Americana del Corazón (American Heart Association) advirtió a los estadounidenses de los peligros del consumo de alimentos ricos en colesterol, como los huevos y el hígado, con base en estudios epidemiológicos como el Framingham Heart Study, que demostró una asociación entre los niveles de colesterol en sangre y la enfermedad cardiovascular.

Por lo tanto, parecía lógico que el colesterol que ingeríamos elevaría el colesterol en sangre y esto, a su vez, conduciría a la formación de placas de ateroma en las arterias coronarias y contribuiría con el desarrollo de enfermedad cardiovascular.

Posteriormente, surgieron nuevas evidencias que contradecían o ponían en duda el efecto del colesterol de la dieta en los niveles de colesterol en sangre, sin embargo, la campaña en contra de la ingesta de colesterol se mantuvo firme durante muchos años.

Incluso, el año pasado,  la agencia federal de Administración de Alimentos y Medicamentos (Food and Drug Administration) afirmó que “las recomendaciones dietéticas actuales siguen reconociendo la relación bien establecida entre el consumo de colesterol y su efecto en el nivel de colesterol en la sangre”.

Las advertencias sobre la ingesta de colesterol se habían basado en el supuesto de que el consumo de alimentos ricos en colesterol aumentaba significativamente los niveles de “colesterol malo” (LDL) en la sangre y por lo tanto incrementaba la incidencia de enfermedad cardiovascular.

Las directrices actuales restringen el consumo de colesterol a 300 miligramos al día. Los hombres estadounidenses en promedio ingieren 340 mg/ día. La yema de un huevo, por ejemplo, contiene 213 miligramos de colesterol. Sin embargo, sólo el 15% del colesterol en sangre proviene de la dieta, mientras que el 85% se produce en el hígado.

El Comité Asesor para las Guías de Nutrición concluyó en su reporte que “las evidencias actualmente disponibles no muestran una relación apreciable entre el consumo de colesterol proveniente de la dieta y el colesterol en sangre”.

De aquí en adelante
El Comité Asesor de las Directrices Nutricionales señala en su propuesta que los estadounidenses consumen en exceso  sal, azúcar y grasas saturadas y una cantidad insuficiente de alimentos saludables como frutas, verduras, nueces, granos enteros y pescado.

El cambio más relevante fue considerar el colesterol de la dieta como un nutriente, cuyo consumo excesivo no es considerado un motivo de preocupación, excepto en las personas con diabetes.

Algunos de los objetivos para la población general:
– Consumir menos de 2,300 miligramos de sodio (alrededor de una cucharita de postre) en la dieta por día.
– Menos del 10% de las calorías totales diarias deberían provenir de las grasas saturadas.
– Eliminar el consumo de grasas trans.
– Reducir el consumo de leche y productos lácteos descremados a una o dos porciones diarias.
– Limitar la ingesta de carne roja y evitar las carnes procesadas.
– Consumir pescado, pollo, frijoles y nueces.
– Elegir, principalmente, granos enteros o integrales.
– Limitar los productos refinados como el pan y el arroz blanco y alimentos ricos en almidón como la papa.
– Evitar las bebidas azucaradas.
– El total de calorías provenientes de azúcares añadidos por día no debe ser mayor del 10% de las calorías totales, en otras palabras alrededor de 200 calorías, que se encuentran, por ejemplo, en una bebida azucarada de 16 onzas (480 ml).



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